Por Juan Giglio
La visita a Turquía del Príncipe Mohammed bin Naif -primero
en la sucesión de Arabia- para entrevistarse durante el día de hoy con su presidente,
tiene el objetivo de discutir cuestiones relacionadas a la guerra en Siria, ya
que estos dos países venían manteniendo una alianza militar muy sólida, que comenzó
a resquebrajarse luego del intento de golpe en Turquía y del acercamiento de
Erdogan con Putin y Obama.
El régimen turco, Arabia, Qatar e Israel, junto a un sector republicano
de los Estados Unidos -John McCain y el complejo militar industrial- apoyaban
en la guerra de Siria a algunas de las denominadas milicias islamistas “moderadas”,
pero también al Estado Islámico y la filial siria de Al Qaeda, Al Nusra, ahora Frente
de la Conquista del Levante.
Desde ese lugar, este frente político, militar y económico, enfrentaba
a las fuerzas de Bashar Al Assad, que ahora están siendo sostenidas por la
alianza que motoriza las “Conversaciones de Ginebra” -Obama, Putin y Rohuani- quienes
consolidaron este acuerdo luego de la firma el Pacto 5 más 1 con Irán, que es
el principal enemigo de Arabia en la región.
El príncipe saudí advirtió, en ese sentido, al régimen
turco, amenazándolo, indirectamente, con dejar de invertir en el país: “a pesar
de que Moody´s y otras agencias de calificación bajaron de los primeros puestos
del ranking a Turquía… continuamos invirtiendo capitales allí”. (Arab News, 29
de setiembre) Se calcula que son más de 700 las compañías de ese país que han invertido
más de 6 billones de dólares en Turquía.
Los árabes, que continúan impulsando una guerra internacional
de precios petroleros, bajándolos a través de la sobreoferta, están decididos a
continuar esta política, que perjudica a un sector de los Estados Unidos y a
Irán. Por eso mantienen la exigencia de acabar con Bashar, de manera de sentar
en la mesa de Ginebra a las milicias que le responden, varias de las cuales
cuentan con el apoyo directo de Israel.
La invasión turca al norte de Siria o Rojava, que fue autorizada
por Estados Unidos y Rusia es contradictoria con los intereses árabes, porque no
tiene el objetivo de destronar a Bashar Al Assad, sino garantizar la “integridad
territorial” de Siria, mediante el ataque a los cantones del pueblo kurdo y el
fortalecimiento del régimen baazista, lo cual debilita la posición de los
árabes en la contienda, pero también los puede radicalizar.
El fortalecimiento, relativo, de la alianza conformada por
Obama, Putin, Irán y Bashar, apoyada por Erdogan -con muchas contradicciones- ubica
a estas fuerzas como el enemigo principal a vencer en este nuevo tramo de la
guerra. Los trabajadores y el pueblo de Siria -incluidos los kurdos- deben
unirse para enfrentarlos, ya que no habrá paz, democracia ni autonomía sin derrotarlos de manera revolucionaria.