Por Claudio Colombo
"¡Dios es grande, nosotros morimos en Aleppo, vos te morís
acá! ¡No se olviden de Aleppo!" fueron las palabras pronunciadas por el
policía turco de 22 años que fusiló de manera sumarial al embajador ruso en
Ankara, Andrey Karlov, cuando este le hablaba al público en el marco de una
exposición fotográfica denominada "¿Cómo ven los turcos a Rusia?".
Aunque todavía no sepamos cuáles son las verdaderas conexiones
del fusilador, queda claro que su accionar está íntimamente relacionado a los
sectores que se han sentido traicionados por la alianza conformada por el
presidente Erdogan con sus viejos rivales rusos e iraníes, con quienes acordó
mantener en el poder al dictador sirio Bashar Al Assad, el genocida de Aleppo.
Con este movimiento el presidente turco estaría acercándose -
peligrosamente - al frente constituido por Obama, Putin, el Papa e Irán, que
después de poner en marcha el acuerdo nuclear con el régimen iraní - denominado
"5 más 1"- decidió ubicar a Irán como gendarme regional que garantice
la gobernabilidad capitalista de Medio Oriente.
Turquía venía actuando dentro del espacio constituido por Qatar,
Arabia, un sector del imperialismo yanqui - ligado al complejo militar
industrial - y el sionismo, bloque que apoyaba a las milicias islamitas que combatían
contra Bashar Al Assad y, especialmente, contra el pueblo kurdo, como ISIS, Al
Nusra y demás engendros contrarrevolucionarios.
El golpe mortal contra el embajador ruso puede ser visto
como un fuerte llamado de atención de quienes se están sintiendo preocupados por los coqueteos de Erdogan con Putin,
Rohuani y Bashar, o la expresión concreta del inicio de una guerra contra quien
ya habría saltado el cerco, sumándose al carro de los “vencedores” de la guerra
de Siria e Iraq.
La reunión “cumbre” que están llevando adelante los ministros
de relaciones exteriores de Rusia, Irán y Turquía en Moscú, con resoluciones
que apuntan a mantener en el poder a Bashar y “encontrar una solución negociada
al conflicto”, podría ser la demostración cabal de esta hipótesis, que de ser
cierta provocará nuevas y más profundas contradicciones en las alturas del
poder de la que todavía es segunda potencia de la OTAN.
Más allá de estas especulaciones, queda claro que las
disputas entre distintas fracciones del imperialismo, las burguesías de Medio
Oriente y en el interior de cada uno de sus estados - en el marco de la crisis
mundial y la debilidad actual de los Estados Unidos - es el caldo de cultivo de
nuevos enfrentamientos entre las clases, que facilitarán el avance de la lucha
de los pueblos, como sucede con la experiencia autónoma de Rojava, que a pesar
de todos los enemigos que enfrenta continúa avanzando.
En ese sentido, el pueblo kurdo, que a pesar de sus
contradicciones y límites políticos, es la vanguardia de la lucha en la región,
debe constituirse en una referencia del conjunto para - aprovechando las
debilidades de sus enemigos - impulsar la construcción de una Federación de Estados
o Regiones Autónomas Socialistas de Medio Oriente, uniendo la lucha de los pueblos
contra el imperialismo y sus lacayos locales.