Por Juan Giglio
Inmediatamente después de que la junta electoral anunciara
que el Sí había ganado el Referéndum Constitucional turco, y a pesar de las denuncias
de fraude planteadas por el conjunto de la oposición, varias organizaciones y
personalidades internacionales se apuraron a saludar al presidente Erdogan, como
grupo Ahrar Al Sham, la filial de Al Qaeda en Siria.
“Felicitamos a nuestro hermano Presidente Tayyip Erdogan y
le deseamos éxito en sus esfuerzos para levantar Turquía y el mundo del Islam”,
señaló el grupo terrorista fundado por la CIA y los servicios secretos turcos –
MIT – de Arabia Saudita y Qatar.
No es ninguna casualidad que el primero en aplaudir la
victoria del “Sultán” haya sido el Emir de Qatar, Sheikh Tamim Bin Hamad Al
Thani, a quien se le sumaron el presidente de la Autoridad Nacional Palestina Mahmoud
Abbas y Izzet Er-Resa, uno de los líderes del Movimiento de Resistencia
Islámica palestino, Hamas.
En tanto, Talaat Fahmi, portavoz de los Hermanos Musulmanes de
Egipto, declaró que con el referéndum “Turquía dio una lección de democracia al
mundo”, a pesar de que esto signifique que, a partir de ahora el Ejecutivo estará
representado totalmente en el presidente, pues tiene la facultad de imponer a
su gabinete en función de sus propios intereses.
El sistema parlamentario queda totalmente debilitado, pues Recep
Tayyip Erdogan tendrá la facultad de enviar decretos que antes le correspondían
a la legislatura. En el caso de lo judicial, obtiene la posibilidad de nombrar
una parte de los funcionarios de dicho órgano, lo cual incrementa
geométricamente el poderío y la impunidad presidencial.
Complementariamente, junto con liderar a su propio partido
legalmente y meter sus manos en la justicia, Erdogan podrá suspender cuando se
le ocurra el funcionamiento del Parlamento, gobernando mediante decretos, además
de reconfigurar el Tribunal Constitucional y al Consejo de Jueces y Fiscales,
que es el mayor órgano judicial turco.
Otro de los objetivos que se comenzó a plantear el dictador
turco es la imposición de la pena de muerte, de manera de contar con mayores
herramientas represivas que le permitan aplastar la resistencia de los
trabajadores y el pueblo de su país, particularmente de los kurdos y las kurdas
que constituyen la etnia mayoritaria del sudeste turco o Bakur.
A diferencia de los grupos y personalidades que aplauden la
profundización de la dictadura en Turquía, los partidos y dirigentes de todo el
mundo que se reivindiquen democráticos, progresistas, de izquierda,
antiimperialistas o defensores de los derechos humanos, tienen que repudiar
esta nueva maniobra del jefe de la segunda potencia de la OTAN.
El fortalecimiento del régimen islamizante y dictatorial de
Erdogan será utilizado por los grandes monopolios internacionales y turcos para
consolidar su dominio al servicio del saqueo de los recursos, no solo en
Turquía sino del conjunto de Medio Oriente, mediante la utilización de su
ejército genocida, las bandas adictas y en unidad con sus socios regionales.
En todos los países del planeta hay que movilizarse hacia
los poderes de turno para exigir la ruptura de relaciones con la dictadura teocrática
y terrorista de Erdogan, solidarizándose con la resistencia democrática y el pueblo
kurdo, que pelea heroicamente en el sudeste a pesar del estado de sitio, las
ejecuciones sumarias y los miles de presos/as y torturados/as.