lunes, 17 de julio de 2017

Un año después del "intento de golpe" contra Erdogan en Turquía

Por Martín Romero 

Se cumple un año del intento de golpe de estado en Turquía. Desde ese entonces, La persecución no fue desatada solo contra los militares golpistas o los seguidores del clérigo Fetullah Gülen, señalado como principal responsable de la intentona. La oleada represiva lanzada por el gobierno de Recep Tayyip Erdogan ha dejado decenas de miles de detenidos, desde alcaldes hasta jueces, maestros, profesores universitarios, periodistas y cualquier acusado por el gobierno de “conspirar” o “apoyar al terrorismo”.

El país vive en estado de emergencia. Se han cerrado escuelas y universidades, se han intervenido alcaldías y clausurado varios medios de comunicación. También se suspendieron las actividades de numerosas asociaciones civiles y miles de personas fueron echadas de sus trabajos en el estado. También se intensificaron las operaciones militares en el Bakur (Kurdistán turco).

Los enfrentamientos con la guerrilla del PKK han dejado miles de muertos desde que se iniciaran allá por diciembre de 2015. Ciudades como Nusaybin o Cizre, y el barrio Sur de Amed fueron arrasadas por el ejército. Sin embargo, la guerrilla, a pesar de haber sido diezmada en esas ciudades, sigue firme resistiendo desde las montañas de Qandil, que controla, provocándoles cientos de bajas a los militares y a las fuerzas de seguridad en combates recientes.

Las fuerzas del presidente Erdogan también intervinieron directamente en el norte de Siria y Rojava, en la operación Escudo del Éufrates, en la cual junto a varias milicias de filiación proturca, han ocupado una vasta porción de territorio con el fin de evitar que las fuerzas de Rojava puedan unificar los cantones de la Administración Federal.

El gobierno turco impulsó en abril un referéndum de reforma constitucional en el cual obtuvo la victoria por poco más del 51%, resultado que fue cuestionado no solo por la oposición sino por veedores internacionales. La enmienda impuso el cambio del sistema parlamentario por uno de carácter presidencialista, y aunque desde algunos países europeos mostraron su descontento con esta deriva autoritaria, esto no hizo mella alguna en el gobierno, que sigue firme en su postura.

En este contexto represivo, el partido de izquierda prokurdo HDP – Partido de la Democracia y los Pueblos – ha sido el principal blanco de la persecución política, con cientos de arrestados, torturados y asesinados. Su principal referente, Selahattin Demirtas, se encuentra encarcelado desde hace meses, acusado de ser un “terrorista” del PKK.

El kemalista CHP, principal partido de la oposición, ha pasado de un total repliegue a comenzar a salir a la luz organizando acciones contrarias al gobierno, como la gran manifestación en la que participó cerca de un millón de personas, como culminación de una larga marcha que recorrió 400 kilómetros entre Ankara y Estambul. En esta ciudad se encuentra detenido Enis Berberoglu, diputado del CHP, cuya detención fue uno de los detonantes de la marcha, en la que participó gran parte de la oposición y la izquierda.

Luego de esta, como conmemoración del primer año desde el fallido golpe – o “autogolpe – miles de simpatizantes del presidente se dieron cita en uno de los puentes del estrecho del Bósforo, uno de los principales escenarios de los enfrentamientos del 15 de julio de 2016. El mismo Erdogan llegó hasta allí, prometiendo venganza y “cortar la cabeza de los traidores”, demostrándose firme en su postura, y con voluntad de reintroducir la pena de muerte, “si es que previamente lo aprueba el parlamento”.

A lo largo de este año, Erdogan se consolidó como hombre fuerte del país, acercando posiciones con Rusia – meses después de haber derribado un avión de ese país en la frontera siria – y neutralizando a los sectores kemalistas del ejército, de manera de avanzar hacia la islamización del país, que no es otra cosa que aplastar las libertades democráticas mediante una dictadura cuasi fascista con formas “democráticas”.

Desde esa ubicación el pretendido “Sultán” de la reconstrucción del viejo imperio otomano, pretende perfilarse como el principal referente del mundo islámico, para lo cual acaba de intervenir en el conflicto desatado dentro de los países del golfo arábigo, tomando partido a favor de Qatar, que es un reducto de los Hermanos Musulmanes, organización perseguida en Egipto y enfrentada actualmente con la monarquía saudí.

En ese contexto, la movilización de un millón de pernas hacia Estambul parece ser la punta del iceberg de un nuevo proceso de resistencia, que en la medida en que se desarrolle y radicalice llevará al proceso revolucionario que tiene lugar en Medio Oriente hacia la segunda potencia de la OTAN. Los luchadores y luchadoras de Turquía deben promover la unificación de las luchas obreras y populares con las etnias oprimidas, como los kurdos y los alevíes, construyendo la Huelga General que acabe con la dictadura e imponga una salida democrática consecuente.  

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