Por Juan Giglio
Mike Flynn fue nombrado por Donald Trump Asesor Nacional de la Defensa, por lo tanto actuará como el máximo referente del gobierno en las cuestiones militares de los Estados Unidos. En ese sentido, tendrá que meter mano rápidamente en el conflicto de Medio Oriente, que se ha transformado en el centro de los acontecimientos políticos del mundo.
Mike Flynn fue nombrado por Donald Trump Asesor Nacional de la Defensa, por lo tanto actuará como el máximo referente del gobierno en las cuestiones militares de los Estados Unidos. En ese sentido, tendrá que meter mano rápidamente en el conflicto de Medio Oriente, que se ha transformado en el centro de los acontecimientos políticos del mundo.
Desde el punto de vista ideológico, su nombramiento se
condice con el de otros dos “halcones” del Partido Republicano, como el senador
ultraderechista e integrante del Tea Party, Mike Pompeo, quien será el próximo director
de la CIA, y el senador antiabortista Jeff Sessions, que estará al frente del
Departamento de Justicia.
Lo interesante de este militar retirado -que en junio de
2016 presentó un libro denominado “El campo de batalla o ¿Cómo podemos ganar la
guerra global contra el islamismo radicalizado?”-es su vínculo muy estrecho con
dos figuras determinantes dentro de la guerra que está librándose en Siria e
Iraq: el premier ruso Putin y el “sultán” Recep Tayyip Erdogan.
Quien fuera director
de la DIA, Agencia de Inteligencia de la Defensa, bajo la administración de Obama,
tuvo varios encuentros con Putin que le valieron duras críticas en su país.
Además, ha sido acusado de “prestar servicios de inteligencia” para una empresa
holandesa financiada por capitales turcos.
Según denuncias del periodista Chuck Ross, Flynn, que trabajó
para el empresario Ekim Alptekin -director de la Oficina de Asuntos Económico
Exteriores de Turquía- en octubre se habría reunido con el primo de Erdogan -presidente
de la Türk Foundation- quien se encarga de financiar grupos afines al
presidente turco a nivel internacional.
Ross dijo que le había sorprendido que el mismo día de las
elecciones, Flynn publicara un artículo alabando a Erdogan y exigiendo que los EEUU
entreguen al clérigo Fetullah Gülen a Turquía, respondiendo de esa manera al
reclamo de Erdogan, que acusó al líder religioso de ser “responsable del
intento de golpe en su país”.
A pesar del título del libro de Flynn y de varias
declaraciones suyas en contra del Islam y los musulmanes, su agencia de
inteligencia se ocupó de defender los intereses de los Hermanos Musulmanes, que
siendo la mayor organización musulmana del mundo es muy afín a Turquía y al mismísimo
presidente Erdogan.
Con todos estos elementos, se puede deducir que la política
de Donald Trump y Mike Flynn para Siria e Iraq consistiría en fortalecer vínculos
con Putin, Bashar Al Assad y Erdogan, de manera de acabar con Estado Islámico y
garantizar la “gobernabilidad” capitalista a través del actual gobierno sirio.
Los principales perjudicados serían los kurdos, ya que Putin,
Bashar y Erdogan coinciden en la necesidad de “mantener la unidad siria”, lo
que en los hechos significa detener, hacer retroceder y aplastar la experiencia
autónoma que se está llevando adelante en el Norte de Siria o Rojava.
La crisis y división del imperialismo y los gobiernos de
Medio Oriente facilitaron el desarrollo de la Revolución de las Asambleas y
Milicias Populares de Rojava y la aparición de bandas contrarrevolucionarias a
través de las cuales se “tercerizó” la guerra. Trump y Flynn tratarán de
terminar con todo esto, apoyándose en dos de los enemigos más acérrimos del
movimiento de liberación de Kurdistán: Bashar y Erdogan.
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